Después de una obra o reforma, las baldosas pueden quedar cubiertas de polvo, restos de cemento, adhesivo para cerámicas, pintura y otras manchas difíciles. Limpiarlas correctamente no solo mejora la apariencia del espacio, sino que también protege su acabado y prolonga su durabilidad.
Aquí te mostramos cómo hacerlo de forma segura, efectiva y sin dañarlas.
Antes de comenzar, asegúrate de que el material de agarre (pegamento, lechada, juntas) esté completamente seco. En general, se recomienda esperar al menos 24 a 48 horas después de la colocación de las baldosas.
Empieza por barrer cuidadosamente o usar una aspiradora con filtro HEPA para eliminar el polvo fino. Hazlo con suavidad para evitar rayar la superficie, sobre todo si se han usado herramientas de corte cerca.
💡 Consejo: limpia de una sola dirección hacia afuera para arrastrar el polvo hacia zonas ya sucias, no hacia lo que ya limpiaste.
Prepara un balde con agua tibia y unas gotas de jabón neutro (nunca abrasivo). Usa un trapo suave o una fregona de microfibra bien escurrida.
Si quedan restos secos y duros, sigue estos pasos:
🔹 Para cemento o lechada seca:
🔹 Para pintura o adhesivos:
⚠️ No uses ácidos fuertes ni herramientas metálicas, ya que pueden dañar el esmaltado de la baldosa.
Las juntas también acumulan polvo y residuos:
Después de limpiar, pasa un paño húmedo con agua limpia para eliminar residuos de jabón o productos. Luego seca con un trapo seco o deja ventilar.
Esto previene manchas por humedad y deja un acabado más brillante.